En la República Dominicana, para usar la frase de la exitosa serie Ted Lasso, el béisbol es vida. Tanto que, cuando no hay un guante, un bate o una pelota disponibles, la gente juega lo más parecido al béisbol: la vitilla. Una versión alternativa del juego de béisbol, la vitilla se juega con un cartón doblado o las manos como guantes, una tapa de botella como pelota, un palo de escoba como bate y las calles como terreno de juego.
La pelota, como se dice en Quisqueya, es una forma de vida. Jugar como profesional es el sueño hecho realidad de todos los niños.
“Yo diría que el béisbol es nuestra pasión”, dice el lanzador J.C. Mejía de los Cleveland Indians, “porque es el deporte más popular en nuestro país”.
¿Y cómo no sentirían los dominicanos pasión por el béisbol? Algunos de los mejores jugadores de todos los tiempos vienen de la República Dominicana. Los miembros del Salón de la Fama Juan Marichal, Pedro Martínez, Vladimir Guerrero e incluso héroes populares como Manny Mota, son estupendos ejemplos de peloteros nacidos en la nación caribeña.
Mejía, quien idolatraba a lanzadores como Bartolo Colón, nació en la ciudad costera de Gaspar Hernández. Colón, un venerado lanzador criollo, nació y creció en la vecina provincia de Puerto Plata, un popular destino turístico, y fue un ejemplo perfecto para niños como Mejía.
Ambos jugadores vieron más allá de las palmas y la arena blanca de sus playas al diamante del béisbol. En un país donde el turismo es la principal fuente de empleo en sus comunidades, a ellos les inspiró la posibilidad de subir a la lomita para luchar por un trofeo de Serie Mundial.
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La República Dominicana es un país en vías de desarrollo en América Latina, y gran parte de su población vive en la pobreza.
Aunque cuenta con una de las más grandes economías de Latinoamérica, el ingreso anual promedio de las familias fue de apenas unos US$7,000 en 2020, según Statista. Sin embargo, su gente tiene fama de alegre y generosa en todo el mundo.
“Una de las cosas que me gustan más de mi país”, dijo Mejía, “es la amabilidad de la gente y la forma como tratan a las personas de otros países que quieren conocer mi cultura”.
Lo mismo se puede decir de los dominicanos en el béisbol. A Mejía, un novato, le tomó un poco de tiempo ajustarse a la cultura y el idioma de Estados Unidos dentro y fuera del terreno de juego. Afortunadamente, José Ramírez y Franmil Reyes, dos veteranos peloteros criollos, se convirtieron en sus mentores. Ramírez y Reyes lo ayudaron a realizar los ajustes necesarios.
“Desde que llegué a Grandes Ligas me han tratado como si siempre hubiera estado aquí”, dijo. “Es muy bonito que me brinden su apoyo”.
No es más que la forma de hacer las cosas de los dominicanos, y Mejía ilustra esto a cabalidad.
“No importa lo pobre que seas”, dijo. “Si necesitas comida y le pides a un vecino, te darán un plato de comida”.
Hoy, Mejía hace lo que puede para retribuir tanta generosidad. Cuando era novato, recuerda vívidamente que lo iban a sacar después de tres años en la Liga de Verano Dominicana. Sin embargo, un día todo se arregló, y ahora Mejía está en el escenario más grande del mundo.
“Les digo, de corazón, que nunca dejen de luchar, nunca dejen de intentarlo”, dice cuando le pedimos un consejo para los jugadores dominicanos más jóvenes. “Den siempre lo mejor de ustedes. Si Dios les dio un propósito, y ese propósito es jugar en las Grandes Ligas, muchas veces las cosas salen bien”.